La vida en comunidad en Bruselas
Bruselas a veces parece un pueblo. Muchas de sus calles, incluso barrios enteros, te dan la sensación de no estar en una ciudad cuando caminas por ellas. Las maison típicas son de fachada estrecha y poca altura, lo normal son dos pisos y buhardilla, así las calles y las casas dejan entrar la luz del sol, cuando hace sol.
Si a la arquitectura típica (muchas casas son muy antiguas, la nuestra es de 1890 en origen, con sus múltiples reformas para conservarla) le añades los jardines y las plantas y también los enormes pájaros negros (diría que son grajos) que "grajean" cuando vas de camino al supermercado más cercano; tienes la sensación de estar en un pueblo.
Y con ese espíritu de "pequeña comunidad", desde que llegamos había visto carteles de Fête de quartier en muchas ocasiones. Los vecinos de un barrio se reúnen una tarde y organizan actividades en la calle y una comilona.
Ya os he contado que aquí no se pierde la ocasión de celebrar nada, más aún si eso implica barbacoa y cerveza, y éste fin de semana ha tocado la fiesta de vecinos de mi calle.
El plan era de 14 a 23 horas. Pidieron permiso a la comuna para cortar la calle al tráfico, pusieron placas para indicar a los vecinos que no aparcaran ese día y nos suministraron mesas y sillas.
Tras unos días muy soleados, a las 14 horas del sábado se puso a llover, pero ahí estábamos #LaFamiliaEspañola dándolo todo, con chubasquero, barriendo la calle, sacando las bicis de los peques y jugando al balón con el hijo del vecino. Básicamente eramos siete gatos y cuatro de ellos éramos de la misma familia...
La merienda de las 15:30 decidimos trasladarla al café de la esquina y poco a poco, al olor de las tartas, se nos fueron uniendo más vecinos y más niños.
Degustamos tartas, prepararon adornos para los árboles de la calle y en vista de que algunas actividades no iban a ser posibles por el tiempo, un vecino cedió su garaje para poder hacer allí talleres con los más pequeños.
Una vecina les contó cuentos y otra llevó instrumentos musicales para tocar y cantar. Se lo pasaron en grande y nos sorprendió ver a tanto niño. Desde que nos mudamos teníamos la sensación de que era un barrio con población bastante mayor. Nunca les habíamos visto en los parques o jardines del barrio.
Decorando la calle con los más pequeños. |
Las ganas de barbacoa eran grandes y el optimismo meteorológico vecinal era desbordante. Yo prefería basarme en mi App del Weather Channel que anunciaba que la cosa iba a peor, pero el caso es que montaron todo para la cena y cada vecino aportaba algo de comer, ensaladas, panes, quichés, patatas, cosas para la barbacoa, bebidas... y éste año no tenían carpa. Así que también aportábamos paraguas...
Preparando la barbacoa |
El objetivo era socializar y echar una mano en todo lo que pudiéramos. Así que estuvimos hablando con vecinos italianos, alemanes, franceses, escoceses, sirios, peruanos, algún que otro belga y hasta un señor mayor noruego que estaba de paso y se unió a la fiesta. Al final te acabas entendiendo, los niños juegan sin importar el idioma y pasas un buen rato.
Las conversaciones típicas entre adultos eran:
- ¿De dónde eres? ¿trabajas en la Comisión Europea? ¿Por cuánto tiempo vas a estar aquí?...
Y la sensación que nos quedó es que aquí los vecinos ya están muy instalados, muchos sí son funcionarios europeos o con puestos fijos y no están aquí por tiempo limitado y se sorprendían de que nosotros fuéramos a estar aquí sólo unos años y tuviéramos tantas ganas de socializar e integrarnos.
Creo que socializar e integrarse y formar parte de la comunidad es vital y muy saludable, pero si tienes hijos es fundamental. Conocer a más niños, tener actividades y apuntarse a planes ayuda a adaptarte mejor y a aprender el idioma.
Así que yo ya estoy pensando en la Fête des voisins 2016.
Este año preparé tarta de Santiago para la merienda y tostas de salmorejo para la cena, para el año que viene no sé qué haré, que quede claro que somos #LaFamiliaEspañola :-)
Y tenía el Weather Channel razón y empezó a diluviar al poco de encender la barbacoa.
Al final trasladamos todas las mesas a otro garaje que nos cedió un vecino y la barbacoa funcionó a pleno rendimiento protegida por una sombrilla... C'est la vie à Bruxelles.
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