Primeras impresiones de la vida expatriada en Bruselas.
Ya han pasado 4 semanas desde que toda la familia (gato expatriado incluido) cogimos aquel avión.
Leía ayer un post sobre las siete fases por las que todo expatriado pasa.
Yo estoy en la fase 2. La de que en tu lugar de destino o todo huele a rosas o es una ciénaga y quieres volver corriendo a casa. Reconozco que a lo largo de éstas cuatro semanas no he olido rosas y más bien he visto ogros. También sé que tengo que tratar de no ver sólo lo negativo y darle una oportunidad; y que llevará tiempo que nos acostumbremos a los nuevos usos y costumbres belgas.
Pero es que, objetivamente, el aterrizaje en Bruselas no ha sido especialmente suave. Hay mucho de ésta ciudad que no te cuentan en las guías de viajes y hasta que no te tienes que enfrentar a ello como residente (y no como turista) no te puedes hacer a la idea.
Si a todo eso le añadimos que seguimos viviendo entre cajas, que hemos tardado tres semanas en tener conexión a Internet y un cúmulo de mala suerte (averías, roturas y demás despropósitos bricolajeros) no puedo negaros que ha sido un poco bajón.
Pero como eso no tiene por qué pasarle a otro me limitaré a contaros en el blog las peculiaridades de la vida belga. Porque a veces uno aquí se siente como un belga por soleares...
Coincido con el post sobre las etapas del expatriado. En tu caso lo bueno es que después de lo que estás pasando ahora sólo irá a mejor. Genial el ejemplo de la barrita en la cinta del supermercado!
ResponderEliminarEso pensaba yo... que ya peor es difícil ;-)
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